jueves, 22 de enero de 2009

Bajar a Campos

... De los habitantes de Carande, dice Madoz, mediado el siglo XIX, que cortan maderas de roble y haya que venden en Tierra de Campos, retornando pan, vino y otros articulos de consumo. La colaboración entre norte y sur de la provincia Leonesa siempre existió, aunque ofreció distintas imagenes.

Estrabón dejó escrito que los montañeses no andaban sobrados de grano y vino, pues escasamente conocían esos frutos de la tierra, que además apetecian, y la naturaleza gélida de las tierras que habitaban les abocó a las incursiones saqueadoras como una honesta forma de recolección. Con el paso del tiempo domaron el carácter, y el acceso a un trato más provechoso con sus bosques, moderó su impetus y convirtió los productos de los mismos en objeto de trueque, como necesario aporte a la parca economía doméstica.
Hace escasos años, antes del amanecer, pujando el hacha y una sobría parva, ya estaban los Carandiellos en el monte de la Trapa o de La Gallina, en los menguantes de Enero y Junio y si era posible soplando norte, en busca de las hayas más potentes, sin un nudo, que hicieran más fácil su bajado por los trecheros, cuidando que no se esvanastaran o astillaran los rueldos.
Después, era preciso, curarla al humo, y una vez por San Juán y otra tras la feria de Noviembre, para bajarla a Campos por la ribera del Esla o del Cea.
Se utilizaba siempre una pareja, vacas o bueyes, yendo dos o tres carros, pues los caminos no estaban como los de ahora y a veces era preciso cuartear.
Tardaban unos 10 días en regresar, carreteando de noche y amagándose el dia por 4 ó 3 pesetas en una estable red de posadas que se dedicaban a acoger a estos singulares mercaderes.
Quienes bajaban de Sajambre paraban en La Vega, después compartian las posadas de Aleje, Villahibiera, Villapadierna, guardando un emociando recuerdo en La Venta de Valdoré, donde Angelón quizás no les cobraria, pero donde, casi siempre, les sorprendería con un exquisito pote de patatas.
Si había suerte y no quedaban las maderas sobre una pared o confiando que alguién se las vendiera, en función de cómo anduvieran de cuartos, compraban un poco de todo, y regresaban a Carande con trigo, centeno y vino >. Compraban también una poca de paja, pero era simplemente para ocultar lo que había debajo...

Este es un fragmento extraido del libro "Los Bosques de León". Es un texto que habla de aquellas tradiciones necesarias que se vinieron realizando cada año hasta desaparecer en la década de los 50 aproximadamente. Bajar a Campos, bajar a los pueblos de Los Oteros con el "carrubueis" cargado de madera, de pieles de lobo... y en otros pueblos de la comarca, de nieve que se transportaba de noche hacia las llanuras de la lejana Castilla.
Bajaban, en estas expediciones, valle abajo, los hombres y mujeres del pueblo encomendados en esa labor. Parando en posadas como dice el texto, pero también durmiendo a la interperie o acurrucados en los pórticos de los pueblos ribereños del Esla. Era una economía basada en el trueque y en el valor de los objetos, el contrato se cerraba con un apretón de manos y un trago de vino. El montañés y el riberiego completaban de esta manera un ciclo económico leonés que pocas veces pasó crisis.
Luego, los montañeses emprendían el viaje de ida llenos de útiles alimentos y cantando el himno a la montaña subían poco a poco los montes de La Cenia, de Quintana de Rueda... divisando ya la omnipresente Peñacorada, su guía más fiel, que les conduciría a su casa, en Carande, bajo su amada Peñarredonda.

Este articulo va dedicado a mi abuela, que muchos viajes se pegó en su juventud Esla abajo-Esla arriba, y mucha sabiduría me ha sabido transmitir.

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