jueves, 11 de septiembre de 2008

El pellejo de toro



...eran tiempos difíciles, Lancia había sido conquistada unos meses atrás y en el castro de Karant veían como las ordas romanas cada vez estaban más cerca, la gente que había sobrevivido buscaba refugio en el gran castro de Bergida, esperando que sus murallas resistieran a un ataque romano.

   Bodero de 25 años, hijo del régulo Pentovios el Vadiniense, vivía en Karant, un pequeño castro situado al sur de Bergida. Él no había podido acudir a la guerra contra los romanos, no porque fuera un cobarde, sino por un impedimento que los dioses le habían otorgado.

   A la edad de 16 años, cuando se disponía a conseguir su diente de lobo, para convertirse en un hombre, dicho animal le propinó un desgarro en su brazo izquierdo, una semanas después, la herida se infectó. No pudiendo hacer nada por su brazo, la curandera del castro tomó la decisión de amputarlo desde el codo. Esto hizo que Bodero quedara inútil para la batalla.

   Después de aquello, Bodero se ganó la confianza de la gente de Karant, ayudaba a su padre en las decisiones importantes, y cuando había que cazar, era él quien dirigía las expediciones a los mejores rincones del monte donde pastaban los venados. Tenía un amplio conocimiento de la zona, ya que después de la pérdida de su brazo se había dedicado a explorar y conocer con más detalle los parajes de Vadinia. 

   Veía en dichos parajes infinitas aventuras, conocía las cuevas a la perfección, sabía donde encontrar los mejores andrinos y subir a lo alto de las montañas le proporcionaba un sentimiento de libertad al contemplar la maravilla que la diosa Cantabria había esculpido en la tierra para que ellos la habitaran.

   Bodero acostumbraba a ir al arroyo Karandin a pescar cuando descendía el sol,  pescaba para la gente mayor, ya que a ellos por sus dentaduras frágiles se les hacía muy difícil masticar la carne. Llevaba un buen rato en el arroyo y los peces parecían revolucionados, de repente observó como una mancha roja descendía por las aguas, Bodero se preguntaba de dónde podía venir, rápido se levantó y decidió ir al origen de aquella mancha, unos metros más allá yacía un hombre, una herida le atravesaba el hombro derecho, Bodero lo examinó detalladamente y vió que el hombre muerto portaba un saco hecho de piel de toro, al cogerlo notó que era pesado, casi no lo podía levantar y su sorpresa al abrirlo fue hallar en él grandes cantidades de oro y plata.

   Bodero corrió al castro como pudo, su carga era pesada y hacía que el trayecto se le alargara más de la cuenta, sobre él se echó la noche y cuando llegó al castro notó un gran revuelo, la gente corría despaborida al grito de que los romanos se acercaban, de pronto vio a su padre y él le comunicó la mala noticia de que tenían que abandonar el castro lo antes posible para dirigirse a Bergida, así que Bodero no dijo nada sobre su hallazgo y con la rapidez que le fue posible decidio esconderlo en la peña cercana al castro y para que la gente pudiera encontrarlo decidió transmitírselo a través de estos versos, los cuales con el tiempo se convirtieron en leyenda, siguiendo diferentes versiones.

"Entre Cantoro y Cueto Loro,
hay un pellejo de un toro
lleno de plata y de oro,
que se ha de encontrar
a punta de reja
o uñada de oveja."

"Entre Cantoro y Cotoloro
hay un pellejo de un toro
lleno de plata y de oro
y el que lo encuentre
encuentra un gran tesoro."

"Entre Cantoro y Cotoloro
hay un tesoro arrebujado
en el pellejo de un toro
que ni pico ni pala sacarán
sino la pata de una oveja."

"De Cotonojo a Cantoro,
de Cantoro a Cotoloro
y de Cotoloro a Pramoro
hay un pellejo de un toro
cargao de plata y de oro."

"Entre Cotoloro y Cantoro
hay un pellejo de un toro
lleno de onzas de oro."

2 comentarios:

Alejandro Díez dijo...

Buenísimo !!
Es un relato muy chulo, de lo mejor que ha salido de Carande.
Si señor.

Anónimo dijo...

a mi tambien me encanta, siempre me acuerdo de esta cita cuando llego a carande o cuando me voy.